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79. God of Cookery (Stephen Chow y Lik-Chi Lee)



Sí, a Stephen Chow también lo picó el síndrome de Mickey Mouse. Está en vistas de conseguir el estrellato internacional después de Kung Fu Hustle, y para lograrlo tuvo que hacerle algunos cambios a su rutina. Buenos cambios, en su mayoría. Pero algo falta.

Si hacemos un diagrama de Venn de su filmografía, veremos que en God of Cookery se concentra todo lo bueno de Stephen Chow. Es la última cinta que hizo con un formato que le había funcionado de maravilla en su tierra: la historia de éxito, caída y redención. En ese punto de su carrera, la fórmula estaba refinada con precisión de cirujano. Chow como villano carismático cuya soberbia y prepotencia le impiden ver que entre su séquito tiene a sus enemigos, hasta que le tienden una cruel emboscada. La humillación, el estar en el otro extremo del puntapié. La caridad desinteresada de una joven, quien lo ayuda a recuperar su lugar pero ahora con una distinta visión del mundo, distintas razones para estar en la cima. Es una fórmula triunfadora de piedad y simpatía.

Es, sin embargo, una fórmula que probablemente no volverá a utilizar jamás. Así como quizá Jackie Chan desearía destruir los negativos originales de The Killer Meteors, Stephen Chow ya no puede darse el lujo de interpretar a patanes y rufianes por mucho que cambien al final de la cinta. Ahora la simpatía la cosecha en base a orígenes humildes, al hombre pequeño con talento pero sin suerte, cuyo buen corazón lo hace triunfar al final. Al menos esa es la línea que comparten King of Comedy, Shaolin Soccer y Kung Fu Hustle, si bien los personajes no son del todo idénticos. De todas maneras, es una lástima: el Stephen Chow diabólico es tan o más gracioso que su versión limpia y buena. En God of Cookery apuñala a meseros en el trasero con un tenendor porque se equivocan con su vino, patea a una horrorosa colegiala haciéndola volar varios metros y hasta bien entrada la película sigue huyendo de su benefactora, una mujer buena, valiente y espantosa. Mientras está en el lado oscuro es que se puede ver un humor pertinente a sus indulgencias, como el niño que le dice algo simpático a una hormiga mientras, entre carcajadas, la quema con una lupa.

Así como God of Cookery es la última película en la que decidió interpretar al villano castigado, ésta es también la primera en la que se observa por parte de Chow un esfuerzo consciente por dirigir una cinta que se alejara del doble sentido de su filmografía anterior, a favor de un humor más visual y universal. La primer película que dirigió, Love on Delivery, tiene la reputación de ser una de sus cintas más hilarantes... si uno entiende cantonés. Cuando yo la vi, con mucho esfuerzo llegué a comprender que la mayoría de los chistes tenían que ver con expresiones locales, sobrenombres de genitales y parodias de novelas. Como ésta, muchas de sus viejas películas se mueven entre el doble sentido, el chiste local o, si la película fue dirgida por Wong Jing, el pastelazo de caricatura tan favorecido en Hong Kong.

Afortunadamente, God of Cookery explota el estilo de comedia único de Chow, uno que en gran medida se basa en las expresiones de su rostro y la manera en que recita sus diálogos. No estorba tampoco el hecho de que la cinta no se carga completamente sobre él, sino que se ha rodeado de un cuadro de personajes interesantes por derecho propio. De hecho, algunas de las mejores carcajadas no las produce Chow, sino el pandillero que siempre anda sin camisa, el temible monje que lo aprisiona en el monasterio o el malencarado gangster rival retozando en la playa. No sé si compartir abiertamente los reflectores sea una muestra de humildad por parte de Stephen Chow o si fue su interés como director desde un principio, pero al hacerlo le dio una fluidez de la que carecen muchos de sus trabajos anteriores, que para sostenerse lo tenían a él de único pilar. Por primera vez, para ojos extranjeros, el cine de Chow es divertido de principio a fin. Permanecen algunos giros del lenguaje aquí y allá, pero son minoría ante la andanada de gags visuales y situacionales.

Ah, no puedo evitar mencionarlo: sale mucha comida en la película. Hermosa, colorida, bañada en un brillo dorado, como fotografía de restaurante. Nunca un huevo con carne y arroz se vio tan apetitoso.

Resumiendo: God of Cookery fue la última cinta de Stephen Chow en utilizar un formato probado y exitoso, y la primera en deshacerse del humor localista que impedía su éxito a nivel internacional. Desgraciadamente, es también la última en la que vimos al Stephen Chow deliciosamente cruel. Como le pasó a Mickey Mouse, Jackie Chan y Cantinflas, la popularidad lo llevará cada vez más lejos de sus inicios como un patancillo pendenciero hasta lograr la imagen pulcra de todo ícono. Aún cuando eso suceda, yo guardaré por siempre la imagen de él queriendo vendernos un cochino hueso por 100 dólares.
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